El título que encabeza esta breve semblanza es la forma de saludo que instauró, entre sus amigos y conocidos y que de alguna manera se constituyó en el segundo nombre de mi gran amigo José Heraldo Vega Erazo. Así le decíamos, compay, y de esa manera le entendía a unos y otros y les devolvía el saludo con la misma expresión. La última imagen que tengo de mi compay es la del momento en que- el jueves 20 o 21 de junio de 2.003 si mal no recuerdo- se va alejando de nosotros-José Castaño y yo- despidiéndose con el movimiento de su mano. No lo pude convencer de ninguna manera de que nos fuéramos para Popayán en esas vacaciones y no lo volví a ver, pues por su desprendimiento y deseo de hacer amigos encontró la muerte el miércoles de la semana siguiente.
Con el compay nos conocimos en Belén de los Andaquíes en 1.972, año en que inicié mi trasegar por el magisterio; allí fue mi Director y venía de trabajar en el municipio de Puerto Rico a donde había llegado por invitación de su hermano Fermín; nos hicimos muy buenos amigos y al finalizar ese años partimos hacia San José del Fragua a la orden del padre César Posocco de Nardi, párroco de dicha población y encargado, con Jorge Eliécer Yepes Osorio(q.e.p.d.), de la educación en ese distrito. De esta época recuerdo su afición por el deporte del baloncesto, las caminatas, la poesía y escuchar música. En 1.975 por cuestiones de trabajo nos separamos y nos volvimos a encontrar en el otrora Nacional Femenino en el que, junto a José Castaño, me dio la bienvenida. Aquí nos hicimos cantantes del grupo de música de la institución liderado por Chepe,-como llamamos cariñosamente a José Castaño- y luego, por algunos años más, conformamos el grupo Folclórico musical Caquetindios en el que tocaba tambora, chuchos, guasá, charrasca, esterillas y triángulo y cantaba algunos aires andinos, con los que evocaba su tierra natal, Mercaderes Cauca, donde había nacido un 26 de octubre de 1.947.
Mi compay era alegre, abierto a las amistades y de buen humor; como todo ser humano tenía sus defectos y sus miedos. De estos últimos un gran temor a las inyecciones y a los gusanos. Su imagen de maestro preocupado por el futuro de la juventud y su figura de poeta bohemio estarán siempre en nuestra memoria. Paz en su tumba.
Fernando Bedoya Londoño.
Noviembre 22 de 2.006
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