A TI FLORENCIA CENTENARIA
I
Mi joven centenaria, en esta fecha
de diciembre feliz, te felicito
sin que sea mi canto triste endecha
sino canoro y entusiasta grito.
¿Y qué pienso de ti en estos instantes
de gran felicidad y regocijo,
en que oradores, vates y danzantes
agradecen felices tu cobijo?
Mi canto loará tus cualidades
de amiga y madre tierna y amorosa
de grandes atributos y bondades.
De madre por ser fiel y candorosa
y de amiga por tus fidelidades
cualidades que adornan a una diosa.
II
Y como lo pensé ahora lo digo,
con la sinceridad de mi poesía,
a tu seno llegué cual un mendigo
y me llenaste de gozo y alegría.
Y alegre estoy, lo dice mi poema,
y nunca, nunca, pensaré dejarte
pues diste solución a mi problema
y una traición sería el olvidarte.
¿Cómo olvidarte a ti, bella Florencia,
si tú me diste todo lo que tengo
y estás metida en mí y en mi existencia?
En ti he constituido el abolengo
de aquellas que son mi descendencia
pues no es éste de aquella donde vengo.
III
El canto que te ofrezco es de un extraño
que de otra latitud llegó sediento,
huyendo de problemas, del engaño
y aquí encontró el amor sin aspaviento.
Te considero mi primera patria
no como piensan todos los que llegan:
que llegaron a ti por coincidencia
y no por los amores que les legan.
Y el pensar así a quién no inquieta
cuando esto contagia hasta a tus hijos
que en procura se van, de otra floresta,
Y el edén que hallarán como cobijo,
será un muladar y no habrá fiesta
y no hallarán jamás el regocijo.
IV
Por tus calles, alegres, he pasado,
he recorrido toda tu estructura
y alegre me he sentido y he gozado,
del aire que me brinda tu frescura.
Y qué no decir de aquellas gentes,
alborozadas, lindas, laboriosas,
acomedidas, dignas, exigentes,
que son todo un amor, muy contagiosas.
Que piensan en el otro, en el mañana
que se hace mejor entre nosotros,
por la cooperación, crítica, humana,
Nunca pensando en que lo que hacen otros
nos redimirá anhelada gana,
de ser yo, de ser tu, de ser nosotros.
V
Callecitas del todo protectoras,
en la noche, en la tarde, en la mañana,
como madres, amigas, consultoras,
que formaron en mí la edad temprana.
Ellas son para mí la diligencia
que con amor, dolor, filantropía,
me dieron la máxima experiencia,
constituyendo así lo que es mi hombría.
Una existencia que de amor se ufana
porque así lo ha querido la querencia,
que se le tiene a la tierra galana,
Que nos recibe con magnificencia,
descontando querer, tendencia vana,
pues con nos se elabora su existencia.
VI
El rumor de las hojas de las plantas
que te adornan a ti cual cabellera
de coloridos verdes, esperanzas,
te arrullan en la noche placentera.
A él se suman las aguas saltarinas
de los ríos, arroyos y quebradas,
que en un coro de voces cantarinas
hacen de tus mañanas alboradas,
Que a tus hijos felices los despiertan
para que inicien prestos sus labores
y en un edén nuestra ciudad conviertan,
Como aquellos que en pasados albores,
según ahora los poetas cantan,
de ti hicieron, Florencia, sus amores.
VII
Tu carita graciosa delinean,
hermosos parques de fértil floresta,
callecitas alegres contornean,
esa tu faz de muchacha modesta.
Y tu cuerpo esparcido por los valles,
del Hacha, La Perdiz y La Sardina,
unos formando tu elegante talle
y otros grabando tu cintura fina.
Y los barrios en ti distribuidos,
que ya son unos cien, como tus años,
con amplias casas, de verde vestidos,
Unos muy nuevos otros ya de antaño
y con sus habitantes decididos,
preparan muy felices tu cumpleaños.
VIII
Diciembre mes de alegre fantasía,
mes de esperanza, mes de compromiso,
recordaremos el lejano día
esplendoroso de tu bautizo.
Cuando a tu cuerpo de recién nacida,
en ceremonia humilde te nombraron,
gentes de itálica ciudad venidas
con floreciente nombre te llamaron.
Eres la musa de nuestros arpegios
bella ciudad de eterna lozanía,
de buenas gentes, de paisajes regios,
Jamás he de olvidarte, dueña mía,
eres de nuestros duelos los remedios
y eres la puerta de la AMAZONÍA.
Fernando Bedoya Londoño diciembre de 2.002
I
Mi joven centenaria, en esta fecha
de diciembre feliz, te felicito
sin que sea mi canto triste endecha
sino canoro y entusiasta grito.
¿Y qué pienso de ti en estos instantes
de gran felicidad y regocijo,
en que oradores, vates y danzantes
agradecen felices tu cobijo?
Mi canto loará tus cualidades
de amiga y madre tierna y amorosa
de grandes atributos y bondades.
De madre por ser fiel y candorosa
y de amiga por tus fidelidades
cualidades que adornan a una diosa.
II
Y como lo pensé ahora lo digo,
con la sinceridad de mi poesía,
a tu seno llegué cual un mendigo
y me llenaste de gozo y alegría.
Y alegre estoy, lo dice mi poema,
y nunca, nunca, pensaré dejarte
pues diste solución a mi problema
y una traición sería el olvidarte.
¿Cómo olvidarte a ti, bella Florencia,
si tú me diste todo lo que tengo
y estás metida en mí y en mi existencia?
En ti he constituido el abolengo
de aquellas que son mi descendencia
pues no es éste de aquella donde vengo.
III
El canto que te ofrezco es de un extraño
que de otra latitud llegó sediento,
huyendo de problemas, del engaño
y aquí encontró el amor sin aspaviento.
Te considero mi primera patria
no como piensan todos los que llegan:
que llegaron a ti por coincidencia
y no por los amores que les legan.
Y el pensar así a quién no inquieta
cuando esto contagia hasta a tus hijos
que en procura se van, de otra floresta,
Y el edén que hallarán como cobijo,
será un muladar y no habrá fiesta
y no hallarán jamás el regocijo.
IV
Por tus calles, alegres, he pasado,
he recorrido toda tu estructura
y alegre me he sentido y he gozado,
del aire que me brinda tu frescura.
Y qué no decir de aquellas gentes,
alborozadas, lindas, laboriosas,
acomedidas, dignas, exigentes,
que son todo un amor, muy contagiosas.
Que piensan en el otro, en el mañana
que se hace mejor entre nosotros,
por la cooperación, crítica, humana,
Nunca pensando en que lo que hacen otros
nos redimirá anhelada gana,
de ser yo, de ser tu, de ser nosotros.
V
Callecitas del todo protectoras,
en la noche, en la tarde, en la mañana,
como madres, amigas, consultoras,
que formaron en mí la edad temprana.
Ellas son para mí la diligencia
que con amor, dolor, filantropía,
me dieron la máxima experiencia,
constituyendo así lo que es mi hombría.
Una existencia que de amor se ufana
porque así lo ha querido la querencia,
que se le tiene a la tierra galana,
Que nos recibe con magnificencia,
descontando querer, tendencia vana,
pues con nos se elabora su existencia.
VI
El rumor de las hojas de las plantas
que te adornan a ti cual cabellera
de coloridos verdes, esperanzas,
te arrullan en la noche placentera.
A él se suman las aguas saltarinas
de los ríos, arroyos y quebradas,
que en un coro de voces cantarinas
hacen de tus mañanas alboradas,
Que a tus hijos felices los despiertan
para que inicien prestos sus labores
y en un edén nuestra ciudad conviertan,
Como aquellos que en pasados albores,
según ahora los poetas cantan,
de ti hicieron, Florencia, sus amores.
VII
Tu carita graciosa delinean,
hermosos parques de fértil floresta,
callecitas alegres contornean,
esa tu faz de muchacha modesta.
Y tu cuerpo esparcido por los valles,
del Hacha, La Perdiz y La Sardina,
unos formando tu elegante talle
y otros grabando tu cintura fina.
Y los barrios en ti distribuidos,
que ya son unos cien, como tus años,
con amplias casas, de verde vestidos,
Unos muy nuevos otros ya de antaño
y con sus habitantes decididos,
preparan muy felices tu cumpleaños.
VIII
Diciembre mes de alegre fantasía,
mes de esperanza, mes de compromiso,
recordaremos el lejano día
esplendoroso de tu bautizo.
Cuando a tu cuerpo de recién nacida,
en ceremonia humilde te nombraron,
gentes de itálica ciudad venidas
con floreciente nombre te llamaron.
Eres la musa de nuestros arpegios
bella ciudad de eterna lozanía,
de buenas gentes, de paisajes regios,
Jamás he de olvidarte, dueña mía,
eres de nuestros duelos los remedios
y eres la puerta de la AMAZONÍA.
Fernando Bedoya Londoño diciembre de 2.002
No hay comentarios:
Publicar un comentario