sábado, 17 de enero de 2009

FRENTE AL ESPEJO

LA LUNA

Oyendo la canción del viento en la ciudad,
con su lomo cenizo por el humo,
miro mi frágil cuerpo en el espejo roto,
que me deparará según lo dicen las sibilas,
unos dos mil quinientos días de infortunio.

Su luna rota, en mi desesperación,
captura la ventana detrás de mi presencia y allá,
a lo lejos, al fondo del diáfano cristal, en el azogue plata,
se ha quedado la otra que pasea solitaria en el cenit,
con sus cuernos agudos y brillantes,
que le dejó el beso enamorado de la sombra.

REFLEJOS

Poso mis ojos amorosos en la límpida luna
y los de allá me miran angustiados reflejando,
tu cuerpo de mujer que se ha metido en ellos y al que miro asombrado
sin poder definir,
si estás metida en mí o yo dentro de ti,
o quién es el que mira de los dos,
la luna quieta del espejo silencioso.

IMAGEN

Mis manos con el molde de tus senos se transforman en cuencos de ternura
y se reflejan en él como una hoja de bordes desgarrados que modelan,
en el cristal encantado tu figura.

BRUMAS

El beso de mi boca con su hálito lo empaña
y esconde entre sus brumas la silueta,
borrando en un instante los contornos,
de las cumbres, los valles y oquedades de tu cuerpo,
esculpidas con cincel en mi memoria.

OLVIDO

Y así empezaron mis días de infortunio
con no poderte recordar ni verte reflejada,
en el claro cristal de mis recuerdos.


Ya se acabó el amor por ti y por mí;
ya somos dos extraños que se miran, en otros ojos, otras lunas no quebradas,
que reflejan otros cuerpos, otras manos, otros besos,
después de haber botado a la corriente,
los maléficos trozos del espejo.

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