LA BIOÉTICA, OTRA GRAN UTOPÍA
Ensayo
Homo hominis lupus.
(El hombre es para el hombre un lobo)
Tito Maccio Plauto.
Han transcurrido alrededor de 2.200 años de haberse acuñado esta máxima y la condición humana no ha cambiado mucho, a pesar de los esfuerzos hechos, desde diferentes perspectivas, para que el hombre sea más “humano”. Ante esto cabe preguntarse: ¿Será posible lograrlo en nuestro tiempo? ¿Primarán algún día los intereses generales sobre los particulares? ¿Tendrá la Bioética el campo abonado para su desarrollo, en un entorno globalizado, mediatizado por políticas de privatización dirigidas por grandes conglomerados económicos internacionales e implementadas por los gobiernos de turno? En el presente escrito se pretende, al menos, responder al último interrogante, que es el motivo del mismo.
La perspectiva que se vislumbra, para la puesta en práctica de los principios de la Bioética, es muy oscura si se tiene en cuenta que el aspecto económico se ha convertido en elemento posibilitador de la felicidad en cuanto a que, como promovedor del consumismo, se constituye en factor indispensable o condición sine qua non, para la consecución de los satisfactores mínimos de las necesidades que tenemos para gozar de una existencia digna o, al menos, sobrevivir. Quedan atrás, debido a esta visión, los problemas primarios planteados por la Bioética, ante la incidencia de la tecnología en nuestras vidas y que generaron esta forma de reflexión sobre los mismos, en la década de los setentas, ya que, si miramos más al fondo el principal actor- el hombre-, es quien decide las formas de comportamiento que hacen posible la convivencia pacífica y con ello, una gran cantidad de condiciones promotoras de la dignidad humana, fin último de los principios de la Bioética. Éstos, acogiendo la tendencia norteamericana como ejemplo, tienen un campo supremamente árido para su desarrollo, debido a la propensión globalizadora. La aldea global, promovida por la tecnología de punta en las comunicaciones se ha convertido, por los grandes capitales internacionales en la sala de negocios y como tal, en el medio para aumentar las ganancias de unos cuantos y el empobrecimiento de la gran mayoría. Si la no maledicencia obliga a no hacerle daño o mal al otro, se puede soslayar su cumplimiento desde el punto de vista de la transacción, lo que implica que las leyes económicas no consideren malo el obtener ganancias extraordinarias con la pauperización de las grandes masas, a quienes van cercando con prácticas como el monopolio que no da margen a las pequeñas empresas, que al final trabajan para aquellos o por la competencia desleal dejan de existir ocasionando con ello más desempleo. Las pretensiones del principio de beneficencia se dan en contravía dado que nadie, contra su voluntad, decidirá que no quiere tener empleo, acceder a los servicios de salud, educación, recreación y vivienda, necesidades básicas difíciles de satisfacer en un mundo cada vez más metalizado y que obliga a tener, sin importar los medios, la mayor cantidad posible de dinero ya que éste es el medio por el cual se pueden cubrir aquellas. Esto sin tener en cuenta que en los países subdesarrollados- lo de países en vía de desarrollo es un eufemismo-, tales servicios, en cuanto obligaciones del estado, son recortados cada vez más a favor de la privatización, que según el capitalismo salvaje o neoliberalismo, es la que presta mejores servicios. Pero ¿A costa de qué? Pues a costa del alza onerosa de éstos si se los quiere tener o a prescindir de ellos como debe hacerlo la mayoría de la población. En cuanto a la autonomía,- si se tiene en cuenta que los países antes citados dependen económicamente de las potencias y de los grupos trasnacionales-, es casi imposible que se practique. En este aspecto cabe tener en cuenta como ejemplo, que viene como anillo al dedo, a nuestro país y sus planes de ajuste fiscal, tema muy discutido por cierto, el cual está encaminado a asegurar el pago del capital y los intereses del “servicio” económico o dinero que le prestan el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial o el Banco Interamericano de reconstrucción y Desarrollo, por medio del incremento en las tarifas de los servicios públicos, el aumento en las edades y la disminución de los porcentajes a las pensiones de jubilación,- para no pagar pensiones debido a la inminente muerte del pensionado por su edad-, la legalización de la esclavitud de los trabajadores con el salario mínimo, la contratación a destajo, la racionalización del gasto público que no es más que desempleo, hacinamiento de estudiantes en las aulas, disminución de la calidad de la educación por el recorte en la intensidad horaria de los programas educativos, con el único objetivo de hacer sobrar maestros y liberarlos para su traslado ahorrando dinero con la congelación de plazas docentes y poder, de esta manera, pagar los intereses a las entidades ya citadas que sugieren tales medidas, so pena de no hacer préstamos si no hay voluntad para implementarlas. Con esto se ve claramente que si el gobierno de un país, que en su carta magna establece la obligatoriedad,- por parte del estado-, de proteger y brindar los servicios públicos, no puede ser autónomo, los ciudadanos menos podrán serlo ya que se les chantajea para que implementen y hagan cumplir tales sugerencias. Aún flotan en el aire las palabras de un alto funcionario de salud que ante el problema económico de una institución hospitalaria, expresa la solución definitiva: saquen a quinientos empleados y les damos el dinero que necesitan. Y en este mismo orden se proponen los convenios de desempeño a las entidades departamentales: reduzcan la nómina de empleados y les hacemos el préstamo que tendrán que pagar, si no cumplen con las perspectivas que se plantean. Lo relacionado con el principio de justicia, que implica la equidad en la repartición de bienes y recursos y en la sanción a los corruptos, como es el caso de la expropiación de tierras a indígenas para la explotación del petróleo por las multinacionales y los grandes peculados en el Congreso y la Cámara, o a quienes dentro del gobierno realizan contratos fraudulentos para su beneficio o el de sus familiares y amigos, es casi imposible de cumplir puesto que a todo ello se lo cubre con una capa de silencio, después de las denuncias, o se calla a quien las hace con la amenaza o la muerte; o como en nuestro caso, se propone un referendo que es como una cortina de humo con la misma finalidad.
¿Qué futuro le espera a la Bioética en cuanto al desarrollo positivo y tangible de sus principios o a la consecución de sus objetivos? Se puede pensar que será otra gran utopía como la de Zamenhof, con su pretensión de unir a los ciudadanos del mundo estableciendo el código lingüístico universal llamado Esperanto.
Fernando Bedoya Londoño
Segundo semestre del 2.000
Ensayo
Homo hominis lupus.
(El hombre es para el hombre un lobo)
Tito Maccio Plauto.
Han transcurrido alrededor de 2.200 años de haberse acuñado esta máxima y la condición humana no ha cambiado mucho, a pesar de los esfuerzos hechos, desde diferentes perspectivas, para que el hombre sea más “humano”. Ante esto cabe preguntarse: ¿Será posible lograrlo en nuestro tiempo? ¿Primarán algún día los intereses generales sobre los particulares? ¿Tendrá la Bioética el campo abonado para su desarrollo, en un entorno globalizado, mediatizado por políticas de privatización dirigidas por grandes conglomerados económicos internacionales e implementadas por los gobiernos de turno? En el presente escrito se pretende, al menos, responder al último interrogante, que es el motivo del mismo.
La perspectiva que se vislumbra, para la puesta en práctica de los principios de la Bioética, es muy oscura si se tiene en cuenta que el aspecto económico se ha convertido en elemento posibilitador de la felicidad en cuanto a que, como promovedor del consumismo, se constituye en factor indispensable o condición sine qua non, para la consecución de los satisfactores mínimos de las necesidades que tenemos para gozar de una existencia digna o, al menos, sobrevivir. Quedan atrás, debido a esta visión, los problemas primarios planteados por la Bioética, ante la incidencia de la tecnología en nuestras vidas y que generaron esta forma de reflexión sobre los mismos, en la década de los setentas, ya que, si miramos más al fondo el principal actor- el hombre-, es quien decide las formas de comportamiento que hacen posible la convivencia pacífica y con ello, una gran cantidad de condiciones promotoras de la dignidad humana, fin último de los principios de la Bioética. Éstos, acogiendo la tendencia norteamericana como ejemplo, tienen un campo supremamente árido para su desarrollo, debido a la propensión globalizadora. La aldea global, promovida por la tecnología de punta en las comunicaciones se ha convertido, por los grandes capitales internacionales en la sala de negocios y como tal, en el medio para aumentar las ganancias de unos cuantos y el empobrecimiento de la gran mayoría. Si la no maledicencia obliga a no hacerle daño o mal al otro, se puede soslayar su cumplimiento desde el punto de vista de la transacción, lo que implica que las leyes económicas no consideren malo el obtener ganancias extraordinarias con la pauperización de las grandes masas, a quienes van cercando con prácticas como el monopolio que no da margen a las pequeñas empresas, que al final trabajan para aquellos o por la competencia desleal dejan de existir ocasionando con ello más desempleo. Las pretensiones del principio de beneficencia se dan en contravía dado que nadie, contra su voluntad, decidirá que no quiere tener empleo, acceder a los servicios de salud, educación, recreación y vivienda, necesidades básicas difíciles de satisfacer en un mundo cada vez más metalizado y que obliga a tener, sin importar los medios, la mayor cantidad posible de dinero ya que éste es el medio por el cual se pueden cubrir aquellas. Esto sin tener en cuenta que en los países subdesarrollados- lo de países en vía de desarrollo es un eufemismo-, tales servicios, en cuanto obligaciones del estado, son recortados cada vez más a favor de la privatización, que según el capitalismo salvaje o neoliberalismo, es la que presta mejores servicios. Pero ¿A costa de qué? Pues a costa del alza onerosa de éstos si se los quiere tener o a prescindir de ellos como debe hacerlo la mayoría de la población. En cuanto a la autonomía,- si se tiene en cuenta que los países antes citados dependen económicamente de las potencias y de los grupos trasnacionales-, es casi imposible que se practique. En este aspecto cabe tener en cuenta como ejemplo, que viene como anillo al dedo, a nuestro país y sus planes de ajuste fiscal, tema muy discutido por cierto, el cual está encaminado a asegurar el pago del capital y los intereses del “servicio” económico o dinero que le prestan el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial o el Banco Interamericano de reconstrucción y Desarrollo, por medio del incremento en las tarifas de los servicios públicos, el aumento en las edades y la disminución de los porcentajes a las pensiones de jubilación,- para no pagar pensiones debido a la inminente muerte del pensionado por su edad-, la legalización de la esclavitud de los trabajadores con el salario mínimo, la contratación a destajo, la racionalización del gasto público que no es más que desempleo, hacinamiento de estudiantes en las aulas, disminución de la calidad de la educación por el recorte en la intensidad horaria de los programas educativos, con el único objetivo de hacer sobrar maestros y liberarlos para su traslado ahorrando dinero con la congelación de plazas docentes y poder, de esta manera, pagar los intereses a las entidades ya citadas que sugieren tales medidas, so pena de no hacer préstamos si no hay voluntad para implementarlas. Con esto se ve claramente que si el gobierno de un país, que en su carta magna establece la obligatoriedad,- por parte del estado-, de proteger y brindar los servicios públicos, no puede ser autónomo, los ciudadanos menos podrán serlo ya que se les chantajea para que implementen y hagan cumplir tales sugerencias. Aún flotan en el aire las palabras de un alto funcionario de salud que ante el problema económico de una institución hospitalaria, expresa la solución definitiva: saquen a quinientos empleados y les damos el dinero que necesitan. Y en este mismo orden se proponen los convenios de desempeño a las entidades departamentales: reduzcan la nómina de empleados y les hacemos el préstamo que tendrán que pagar, si no cumplen con las perspectivas que se plantean. Lo relacionado con el principio de justicia, que implica la equidad en la repartición de bienes y recursos y en la sanción a los corruptos, como es el caso de la expropiación de tierras a indígenas para la explotación del petróleo por las multinacionales y los grandes peculados en el Congreso y la Cámara, o a quienes dentro del gobierno realizan contratos fraudulentos para su beneficio o el de sus familiares y amigos, es casi imposible de cumplir puesto que a todo ello se lo cubre con una capa de silencio, después de las denuncias, o se calla a quien las hace con la amenaza o la muerte; o como en nuestro caso, se propone un referendo que es como una cortina de humo con la misma finalidad.
¿Qué futuro le espera a la Bioética en cuanto al desarrollo positivo y tangible de sus principios o a la consecución de sus objetivos? Se puede pensar que será otra gran utopía como la de Zamenhof, con su pretensión de unir a los ciudadanos del mundo estableciendo el código lingüístico universal llamado Esperanto.
Fernando Bedoya Londoño
Segundo semestre del 2.000